La política consiste en una dura y prolongada penetración
a través de tenaces resistencias,
para la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura.
Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia,que en este mundo
no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez.
Pero para ser capaz de hacer esto no sólo hay que ser un caudillo,
sino también un héroe en el sentido más sencillo de la palabra.
Incluso aquellos que no son ni lo uno ni lo otro han de armarse desde ahora
de esa fortaleza de ánimo que permite soportar la destrucción de todas las esperanzas,
si no quieren resultar incapaces de realizar incluso lo que hoy es posible.
Sólo quien está seguro de no quebrarse cuando, desde su punto de vista,
el mundo se muestra demasiado estúpido o demasiado abyecto para lo que él le ofrece;
sólo quien frente a todo esto es capaz de responder con un “sin embargo”;
sólo un hombre de esta forma construido tiene “vocación” para la política.
Max Weber : La política como vocación
Hay una nueva impugnación que sobrevuela al kirchnerismo descargada por parte de segmentos progresistas disidentes tardíos (muy) y que definiremos con el nombre de el pejotismo. Según esta hipótesis, entonces, sería el recostarse sobre el PJ la causa, si no de todos, al menos de buena parte de los males de la experiencia K.
Respecto de esa concepción, podemos afirmar que pone en sordina el conflicto social como fundamento de la acción política, para priorizar la ilusión partidaria. Y que, además, sujetos de y a este paradigma, la cuestión de la práctica política entonces, no es ya definida en función de los intereses que (digámoslo rápido) "afecta o preserva", sino por la filiación partidaria del sujeto político, individual o colectivo (no importa).
A simple vista, no parece explicar esta teoría nada de lo ocurrido en el país en, al menos, los últimos sesenta años, durante los cuales un mismo "partido" transformó el sistema social y político en direcciones diversas y muchas veces (ay!) contradictorias: incluyó y marginó a sectores sociales, formalizó y precarizó el mercado de trabajo, otorgó rigidez y flexiblizó la legislación laboral protectiva, industrializó y desindustrializó el país, indultó y anuló el indulto a los dictadores..., en fin, la lista puede seguir y no es motivo de este post completarla.
Pero el discurso progresista disidente que hoy abjura del pejotismo kirchnerista no tolera la heterogeneidad de lo real que supone una mera construcción del justicialismo, al que para exorcizar definitivamente, paraliza en un punto de su discurrir y lo hace de manera selectiva, pintando la foto como película, y siempre la foto sí que es trágica, claro.
Sin embargo, no parece ser ese un camino adecuado, la realidad tiene un nivel de complejidad creciente y con el que hay que vérselas. Lo último que un análisis político resiste es escamotear la heterogeneidad y la contradicción que en toda formación social suele discurrir la práctica política, esté inscripta en el "pejotismo" o no.
La utopía apolínea del alineamiento perfecto, el partido de ideas, la unidad de los buenos, no resiste un minuto de práctica política real. Y el congelamiento del Justicialismo en sus momentos miserables (que los tiene y de sobra) no parece una estrategia progresista, sino más bien, apenas una estratagema gorila vergonzante. Y saben qué...?: se les nota, compañeros y compañeras progresista disidentes, (muy) tardíos.
Y eso no está nada, nada, nada bien. Los peronistas somos poco afecto a los saberes, así nos consideran, pero si algo sabemos es que finalmente, por ahora siempre Perón Vuelve. Eso sí, nada nos imaginamos sin embargo respecto de Qué Perón vuelve..? Y esa es la cuestión central de los últimos sesenta años, la que efectivamente nos importa. Sobre los niños malos, y sí, ahí están, los conocemos a casi todos, gracias por la advertencia.